martes, 17 de julio de 2012

Madness: Cap 4)


Con la ropa alborotada y mientras se intentaba colocar la corbata apareció su jefe en su cubículo, tirándo en un descuido la foto del hijo de Gabriel. Le dijo:
-García, tenemos… tenemos que hablar de lo sucedido. Puede tomarse el día libre hoy; venga conmigo a la cafetería.
Normalmente Gabriel habría aceptado un día libre sin dudarlo. Pero en su estado esperó unos segundos para responder; segundos que no fueron contados por ser interminables para su superior y brevísimos para él.
-Do … Don Paaaco –hizo un gallo en las “a”´s prolongadas- nada .. nada me gustaría más pero –se repaso los labios con la lengua- hoy tengo mucho trabajo y no se s…
- Le he dicho que se venga conmigo –reiteró su jefe levantando un poco la voz y volviendo a ser quien era por un momento-.
-Lo ..lo que usted quiera señor mío.
De modo que Don Paco y Gabriel abandonaron la cuarta planta y se dirigieron solos a la cafetería en el ascensor. Lugar donde obviamente García bajo la cabeza y el cerdo trajeado sudoroso que tenía cerca se limito a guardar silencio y rebuscar en su bolsillo del pantalón.
Cuando llegaron a la segunda planta (cafetería y comedor) el jefe jefazo saco del bolsillo las llaves de la cafetería y la abrió para ellos dos. Dio un pequeño empujón a la puerta y esta se abrió estremecida dejando entre ver una pequeña cafetería a oscuras.
El hombre con mayor cargo no tardo ni cinco segundos en encender las luces de la estancia para iluminar diez mesas rectangulares metálicas con sus respectivas doce sillas por cabeza 1. Agrupadas en dos líneas de cinco mesas sobre las baldosas.
La cafetería era uno de los lugares más apreciados por los trabajadores. Solía ser acogedora, con olor a cafeína y cierto barullo agradable… solía.
A esa hora de la mañana, era sombría, fría y gris. Como un día ventoso que respirase ira y soledad entre las paredes desnudas. Lo que obviamente no ayudo a que Gabriel se calmase y a qué su jefe se le pasara el enfado.
Cuando el segundo prácticamente arrancó dos sillas de la mesa más alejada a la puerta y volvió sobre sus pasos dos veces, la primera para cerrar la puerta y la segunda para sentarse. A continuación le ordeno a su subordinado que sirviera dos cafés bien cargados. En cuento lo hizo, García no tardó en decir:
-Se.. se … se .. se, se, se .. señor .. –una breve pausa para coger aire- tengo un trato que ofrecerle.
- Sorpréndeme gusano chupatintas- bufó su jefe sin ocultar su amor hacia él-.
-Me imagino … que usted –breve pausa para aflojarse la corbata sudorosa- sabe mi situación económica.
-Sabrá –le corrigió su jefe, para luego seguir-. Pues no, ni me se tus miserias ni me importan realmente, pero me imagino que me las vas a contar –añadió con la misma mueca de quien chupa un limón-.
-Pues .. –se armo de valor en este punto, tanto que se levanto de la mesa 2- ¿sabes 3? No sé si te importa. ¡ Pero a quien si le importa que hagas con otras mujeres es a tú esposa ¡–dijo García levantando la voz-
-Chiist ¿Quieres que nos despidan a los dos? –Dijo mientras acercaba su cara de jefe jefazo a la del oficinista- Siéntate tranquilamente y hablaremos.
Después de un par de miradas tensas demasiado tensas para describirlas en este relato. Paco consiguió que el señor García se sentra frente a él en la cafetería.
Ambos removieron el café con la cucharilla y lo bebieron. Don Paco con monotonía y lentitud. Y García el oficinista lo hizo lentamente y con una sonrisa en la boca como si disfrutará de esa sensación de poder.
Cuando dejó la taza en la mesa de un golpe, dijo:
-Bueno te lo resumiré – se limpio la boca con la manga de su camisa- necesito dinero para seguir viviendo y criar a mi hijo.
Paco tardó unos segundos en procesar la información. Era la primera vez que alguien se atrevía a pedirle un aumento en todo su tiempo en la empresa. Y menos aún se lo habían pedido en esas circunstancias en las que le era imposible negarlo. De modo que intentó dar un rodeo a continuación de cerca de minuto y medio en tenso silencio :
-Bueno …. Gabriel, usted sabe … como está la empresa actualmente –breve pausa para ahora ser él el que se aflojará la corbata-  Si .. Dispusiéramos de un par de meses .. tres como mucho .. podríamos disponer de efectivo suficiente para …
En ese momento de duda lo interrumpió su empleado, diciendo:
-Me repito –otro breve parón para formar una sonrisa siniestra- creo que su mujer tardaría menos de tres meses en pedir el divorcio.
Después de ver como por primera vez en su vida Gabriel perdía los estribos, no se achantaba ni se dejaba intimidar. El jefe jefazo se arranco la corbata de su cuello y la dejo en la mesa diciendo simplemente:
-Jooder … -paro un momento para inconscientemente echarse la mano al bolsillo - ¿cuánto necesitas?
- Un aumento, no quiero que me des un dinero y se acabe. –Esbozó una sonrisa maquiavélica de autoconfianza- Creo que amos a ser amigos durante mucho tiempo.
La única respuesta de su jefe fue dejar una tarjeta de visita blanca con letras negras y perfectamente recortada en la mesa. Con tanta fuerza que más bien pareció que en lugar de un recorte de cartulina impreso dejaba una pila de libros.
Después de dejar el rectángulo de cartulina blanca estampado en la mesa. Simplemente se fue dejando a solas a García y su número de teléfono.


1 Bueno, en lugar de cabeza, por cada cuatro patas
2 Me imagino que por fin habría explotado
3 Hizo un hincapié residual de su levantamiento en ese “sabes”

lunes, 9 de julio de 2012

Madness: Cap 3)


A estas horas (serán sobre las ocho de la tarde) no es que se encuentre mucha gente presente en contraste con el mar de piernas, pantalones, faldas y ruedas que esto es por las mañanas. Los edificios que arrojaban luz desde sus oficinas alojadas en rascacielos altos como gigantes, aún seguían iluminando las calles con unos pocos cubículos iluminados.
Al igual que cuando empezamos el relato estos transmitían tonos anaranjados, que al juntarse con la oscuridad de la noche y la polución ajetreada tornaban la luz densa y pesada. Solo interrumpida ocasionalmente por la sombra de uno o dos oficinistas trabajando que era proyectada como si fuera la señal de aviso a un superhéroe que nunca llega.
En el fondo había dado este paseo para encontrarme con una persona en especial. A quien, como no, cambiare el nombre y usaremos uno de sus nombres clave: Rata.
Rata era y creo que sigue siendo un informador, lo más curioso de él era como sabía camuflarse y lo bien que cuidaba su atrezzo. Lo conocí en un festival de música hippie hace un par de años donde él fingía tener un puesto de venta de camisetas (luego descubrí que el puesto en realidad era de un amigo suyo). Desde ese evento había llovido mucho, las guitarras y la psicodelia se habían apagado pero él seguía fingiendo a rajatabla con su vestuario. No importaba punk, gotico, heavy, policía, profesor, médico o cualquier otro miembro de la fauna urbana era representable o asiduo en sus papeles.
Ahora distaba mucho del joven greñudo con una camiseta estilo Tye-Dye con aureolas hippie. Se encontraba apoyado en una pared junto a la puerta principal de un rascacielos de forma que queda dentro de la propia entrada en forma de u.
Pegado al lateral se estaba, tenía en su mano derecha un cigarrillo encendido que en cada calada iluminaba su rostro volviéndolo rojo durante milésimas de segundo. Poseía un rostro de facciones bastantes normales, ojos oscuros aunque ahora clareados por lentillas, pelo negro que había sido repeinado para atrás y engominado, piel blanca y ningún rasgo notable, ni heridas ni partes desproporcionadas. Todo ello coronado en esta ocasión por unas gafas de cristales cuadrados que se enganchaban a cada oreja una de sus patillas.
Si bajamos por el cuello podemos ver una corbata rojo carmesí elegantemente anudada que hacia contraste con su camisa blanca y su chaqueta americana negra. En la mano izquierda tenía un maletín de cuero relleno de folios que el mismo rata se había encargado de fotocopiar y escribir en ellos para mejorar su disfraz.
Viendo incluso lo logradísima que era la raya de en medio de sus pantalones también negros podía incluso imaginar, que era capaz hasta de usar la misma colonia barata de oficinista de cada una de las torres del distrito financiero. Y lo que es peor, lograr que su cuerpo sudase igual que el del resto de los mortales hacinados en cubículos para infiltrarse incluso con el olor.
Para terminar de poner la guinda tenía unos zapatos italianos lo suficientemente lustrosos como para parecer de alguien con dinero. Pero que había estado dando un paseo hasta la cafetería de su trabajo para poder desangrar la máquina de cafés y de paso aprovechar para aliviar la bragueta en el baño al camino de vuelta.
Ahora su postura era con la espalda levemente inclinada de forma que el tronco estaba levemente inclinado mientras las piernas estaban pegadas, casi abrazadas a la pared. Sus ojos que ahora eran verdes estaban observando unas manchas rojas sobre la acera que estaban secándose.
Esas manchas que miraba Rata eran sangre, de esta mañana para ser exactos. Un suicidio, todo empezó igual que el resto de las mañanas de los habitantes de la ciudad. A fin de cuentas os contare la historia de otro más, uno de tantos. Puede que sea uno de los que vimos esta mañana partiendo al trabajo bajo luces anaranjadas.
Según los telediarios y el carnet encontrado en su cartera, se llamaba Gabriel García. El también era una de esas personas que pasaban desapercibidas en una multitud. Pero a diferencia de las almas discretas, la suya era bizarra, el típico ser que intenta ser el centro de atención sin conseguirlo. Como consecuencia solía ensimismarse y volverse más introvertido aún.
Quitando eso, por los demás era alguien muy normal, tímido, pero normal. Gabriel era un treintañero con ex mujer e hijo de tres añitos. Tenía la costumbre de desayunar solo en casa un café, luego esperar a que su hijo terminara y llevarlo a la guardería.
Como era de esperar en alguien como él esa costumbre no cambio, lo que sí que cambio fue el saludo a la profesora de su hijo sustituido hoy por un gruñido cargado de cierto desaire, pero por lo demás era un día normal.
En cuanto llego al distrito financiero puso un disco de metal a toda pastilla y bajo las ventanillas para que los transeúntes pudieran oírle. Escandaloso y reteniendo una sonrisa llego hasta la puerta de su torre de trabajo, aparco el coche y se dispuso a subir las escaleras del vestíbulo de la empresa que lo contrató.
La decoración de dicha sala era simple y minimalista con un cierto aire a chillout malogrado que acababa poniendo a uno de los nervios. En las cuatro esquinas se encontraban colocadas macetas con palmeras sobre el suelo de cristal. Las paredes otrora blancas ahora eran grises.
La distribución de los muebles también parecía haber sufrido la misma fosilización que las paredes. Originariamente la barra pegada paralelamente a la pared izquierda era brillante y lustrosa, de la mejor madera encontrada. Ahora estaba plagada de manchas de cafés de la recepcionista y cubierta de polvo e incluso alguna que otra ceniza o marca de quemadura de cigarro fumado a escondidas por la recepcionista.
Las cuatro esquinas de la estancia contaban con cámaras de seguridad móviles. Que vigilaban y acechaban a todo aquel que osara entrar en su terreno e incluso a todo aquel que pisara su acera.

La seguridad de la torre era tal que incluso contaba con un segurata. Miguel, también un treinteañero pero que estaba pasando a los cuarenta. Con uniforme verde oscuro y un cinturón donde también se encontraba la porra de seguridad que dejaba ver su eminente barriga. Tenía el pelo peinado a conciencia como si hubiera intentado quitarse algún bicho que hubiera anidado en sus cabellos. Igual que él había anidado al lado del ascensor con su taza de café en la mano. Cualquiera que lo viera podría estar seguro de que nada del mundo, ni un incendio que amenazara con devorarlo lo haría moverse ahí.

De todos modos Gabriel prosiguió su camino sin inmutarse. No le importo la maraña de pantalones con raya en medio y faldas que se movían en un mar de frenético nerviosismo por el incipiente retraso. Todos los días pasaba lo mismo, y era raro el trabajador que no se quedaba hasta tarde como castigo de la empresa por la tardanza a mejorar la competividad.
Es curioso como habían cambiado los conceptos, lo que según la agencia de personal iba a ser un trabajo entre absolutamente todos los trabajadores. Daba un giro radical, mientras que un oficinista cualquiera chupaba tinta, un directivo estaba tomando cañas en el bar o durmiendo plácidamente en su casa.

Después de un par de empujones logró entrar en el ascensor mientras Miguel le sonreía porra en mano con una actitud afable. De todos modos García no le devolvió el saludo, estaba demasiado ocupado pensando en sus cuentas bancarias, con la casa bajo riesgo de embargo y la luz cortada esa misma mañana.

Cuando por fin llego a su destino, la planta cuatro. Necesito de ser espabilado por Abby, su compañera de trabajo que se encontraba a dos cubículos de distancia del suyo. Ella también era una de esas faldas que se agitaban nerviosas ante la posibilidad de horas extras. De modo que se limito a sonreírle, esperar que sacara algo de conversación y ante la negativa darle una palmadita en el hombro y salir corriendo precipitadamente en dirección a su puesto de trabajo.
Normalmente Gabriel habría corrido raudamente hacía su puesto de trabajo .. pero claro eso pasaba los días normales. Hoy no lo iba a ser. Hoy no se iba a dejar aplastar, hoy hablaría con su jefe y le pediría un aumento.
De modo que decidido paso en línea recta por entre los puestos de trabajo atrayendo todas las miradas de sus compañeros por el camino. Hasta que decidido llego al pomo de la puerta de personal. Aferro el picaporte durante unos segundos y sintió una sustancia acuosa que brotaba de sus manos; sudor. Sudor, que hizo que se le escapara el picaporte en dos ocasiones hasta que rojo como un tomate abrió la puerta de par después de haber decidido llamar a la puerta.
Se encontró al jefe de personal sentado detrás de su mesa de despacho con una de esas tablas que están hechas para ocultar algo más que las piernas y dejan entrever los pies. El problema es que no solo se entreveían los pies del manda más, si no también unos tacones rojos extraña y vagamente conocidos por García junto a los pantalones y calzones del jefe bajados hasta los tobillos.
Digamos que estaban al lado de una mujer alegre, de las que enamoran a los hombres en un abrir y cerrar de piernas. Y la mujer se había agachado para abrocharle la bragueta a Don Encargado de Personal ... aunque se la estaba abrochando con la boca y sobre todo con la húmeda; la lengua.
Creo que no hace falta decir la cara que adquirió el jefe jefazo, un insano blanco cadáver que junto a la boca que se abrió de par en par sin articular palabra y el sudor frío que recorría su frente le daba cierto aspecto de estar petrificado. Pese a todo la mujer bajo la mesa no se percato de esto y siguió moviendo la cabeza de arriba abajo hasta que su amante le dio un leve puntapié.
A lo que ella respondió:
-¿Ah? –como si intentara articular preguntas respondidas por su rostro
Después de la línea de dialogo de la mujer que García identifico como la hermana de su ex mujer. Él decidió intervenir con el mismo rostro que su jefe diciendo:
-Per.. per … -fue lo único que logro articular.
Hasta que dio un golpe con la puerta y se quedo apoyado en la pared de al lado intentado asimilar lo que acababa de ver. Su exconcuñada era la amante de su jefe. Iba a ser una mañana muy larga, de modo que decidió volver a su puesto de trabajo fingiendo que no había pasado nada.
Después de cinco minutos mirando el fondo de escritorio del ordenador sin hacer absolutamente nada, se decidió a abrir un programa informático sin pensar y ponerse a trabajar. Cinco segundos más tarde del segundo click en el icono del escritorio apareció su jefe.


Madness: Cap 2)


 Al día siguiente por la mañana en otro barrio de la ciudad. A lo lejos, podía verse como el sol empezaba a asomar sus cabellos dorados entre los edificios.
De modo que aportaba un color anaranjado con tonos rosados, como si de un tímido muchacho enamorado se tratase.
Era bello observar como los habitantes de la ciudad aun dormían. Acurrucados bajo las sabanas de sus camas, los únicos que podían encontrarse en la calle eran los madrugadores y los trabajadores. Estos últimos, no tenían tiempo necesario para admirar la salida del sol. Prueba de ello eran sus apresurados andares y sus bocas, más de una con una tostada a medio mordisquear dentro. También podíamos ver a un grupo de oficinistas en el que un rezagado llevaba los cordones desatados.
De todos modos dentro del grupo de trabajadores también podríamos incluir a los estudiantes. Esos seres jóvenes que van cargados y cargadas con mochilas a la espalda. La mayoría se dirigían a sus institutos, colegios y universidades andando en grupos. Hablando por el camino e intentando enfrentarse a una mañana de estudio y esfuerzo.
La iluminación corría a cargo del ayuntamiento, que había decido no apagar las farolas. Y las luces anaranjadas proyectadas por estas unidas con el sol, hacían de las calles un rio cálido y dorado de luz y colorido.
Toda esta escena, cotidiana y que podemos ver en nuestras ciudades todas las mañanas, parecía de cuento. Sacada de una película y combinada con la iluminación daba la impresión de que los técnicos de efectos especiales habían sido contratados y elegidos por una escritora de novelas de amor.
Por el medio de la carretera nos encontramos con una moto, pasando por encima de las líneas discontinuas blancas coloreadas con tonos anaranjados por la luz del ambiente. La pintura roja de la moto se fundía con el naranja para crear algo parecido a una especie de brillante esmalte.
Una mujer ataviada con un traje de motorista negro cabalgaba sobre ella. Se notaba que se dejaba llevar por el ambiente de la ciudad, despreocupada y recién levantada. Porque a través del casco se adivinaba el reflejo de una sonrisa a la que no importo salpicar a un grupo de estudiantes con agua de un charco mientras gritaba que le perdonasen.
Aunque, claro está no todos los muchachos la perdonaron. De los tres uno siguió sumido en sus pensamientos.
Y es que era una figura cabizbaja, vestida de negro. Ataviada con una cazadora mitad cuero, mitad plástico; muñequeras también de cuero abarrotadas de tachuelas y pinchos. Ese día el muchacho que en realidad era la figura, había elegido una camiseta negra y lisa para llevar.  Como pantalones, unos simples vaqueros y zapatos del mismo color del cuero negro y sus pensamientos.
En contraste con la motorista, el chico ataviado de negro le gruño y paró unos momentos para acordarse de la familia de la muchacha y luego seguir farfullando con sus amigos.
Toda la reacción del muchacho en realidad se debía al miedo, miedo a la simple motocicleta, algo que le inculcaron sus padres con bofetadas cuando era pequeño. Probablemente sus padres también le inculcaron la falacia de que los golpes y los insultos son necesarios en la crianza de un niño.
Y es que para estas personas el miedo es necesario. Miedo a todo. Miedo a las pistolas y el resto de armas, miedo al fuego, miedo a ahogarse en el agua, miedo a cruzar la calle, miedo a los animales. Miedo a los humanos, miedo a lo que desconocen, miedo a que lo que conocen se vuelva desconocido, miedo a la vida, miedo al miedo…
Probablemente os preguntéis ¿Por qué tenemos tanto miedo?
Pues bien, es que a ellos les interesa que tengamos miedo. Interesa que tememos a los ladrones para comprar alarmas antirrobo, para comprar armas. Interesa que tengamos miedo al agua para que compremos estúpido flotadores innecesarios para adultos.
Miedo al profesor para que estudiemos. Miedo a nuestros padres para que obedezcamos. Miedo a nuestro jefe para que no rechistemos si nos aumenta la jornada o si decide no pagarnos.
Miedo a dejar de cobrar y no poder pagar nuestras deudas. Miedo a no poder pagar la hipoteca. Miedo al desahucio. Miedo a vivir en la calle. Miedo al frio, a la furia de los elementos. Miedo a los mendigos. Miedo al diferente. Miedo al dolor. Y por último, miedo a la muerte
El miedo no solo es usado para que compremos y consumamos. También se usa para que estemos callados, no respondamos a lo que sabemos que esta. En definitiva para que nos aten las manos con un candado y tiren la llave al mar.
El miedo, el terror y el pánico son todos ellos expresiones de odio y de egoísmo. El miedo es egoísta, significa intentar salvarse a si mismo cueste lo que cueste. Aun así cierto miedo en la vida es necesario, de hecho existe para seguir existiendo.
El problema es que “los otros” han manipulado este sentimiento de supervivencia. Porque seamos sinceros:
No estamos en la era de las cavernas:
¿de verdad es necesario temer a los animales? Si tenemos pararrayos es innecesario asustarse de las tormentas. Y si somos justos y buena gente es una idiotez temer al resto de la humanidad.
Aunque claro esta línea de acción es obviada, y se obvia por unos intereses que han generado “los otros”.
Es normal que te preguntes que o quienes son “los otros” aunque es un concepto abstracto, si pones de tu parte creo que podré explicarte relativamente bien su significado.
Me imagino que habrás oído hablar de las teorías de la conspiración, alienígenas, sectores poderosos de la sociedad, gobiernos, masones y un grande etcétera se unen para bailar al son de mentes calenturientas. Obviamente se sabe que el 99% de las conspiraciones son simples alucinaciones, tomaduras de pelo, estafas, desvaríos os similares.
Lo qué nos deja con un mísero y paupérrimo 1% que no puede ser desmentido o no se quiere que se desmienta. Me imagino que sabrás que lo que yo defiendo a mí entender esta firmemente incluido dentro de la segunda categoría.
Como ya te he comentado antes “los otros” es un concepto genérico y abstracto. Vivimos en una sociedad donde anuncios sedientos de sangre nos bombardean diariamente. Diciéndonos que tenemos hambre, que nuestra ropa es horrible, que estamos gordos, nos hablan también de lo peligroso que es el mundo y lo necesario que es una alarma antirrobos; nos dicen a quien tenemos que votar, donde vivir y cuando hacerlo.
En realidad visto de este modo no parece tan raro que nos manipulen pero el problema no solo se queda en nuestros hábitos de consumo. Porque absolutamente todo tiene fecha de caducidad, nuestra comida esta envasada al vacio, con colorantes y aditivos legales de dudosa fiabilidad.
Y estas fechas de caducidad se esconden y propagan a todos los productos desde el siglo XX. Todo empezó con las bombillas y una asociación de fabricantes llamada Phoebus, obviamente creado por “los otros”. Que decidió limitar la duración de sus bombillas a mil horas. Así el consumo actual, el “comprar, tirar, comprar” se prolonga hasta la saciedad. Esta práctica luego se extendió a otros productos como las medias de nylon, e incluso se planteo como obligatoria en los Estados unidos. Actualmente todo, desde tu ropa hasta tu impresora tiene fecha de caducidad.
La ropa con la que te vistes, si es de fibras vegetales lo más normal es que oculte maltrato a los trabajadores que cultivan las plantas y al propio medioambiente. Si es de plástico esconde un bonito mundo enfermo y contaminado por el petróleo, mientras que si es de piel detrás de ella está la muerte de animales por su pelaje.
A esta pincelada de acciones de “los otros” se le acumulan otras.
Como el estado de las cárceles. Cárceles donde presos son recluidos en muchos casos, hacinados y apretados como si fueran seres no vivos. Respirando un aire viciado por el sudor. Sudando por el constante contacto de sus cuerpos. Mal alimentados y débiles, con mala higiene con rostros blanquecinos y demacrados que dejan adivinar la falta de luz solar.
En las residencias de ancianos se encuentran sabios a los que nadie quiere escuchar por sus arrugas. Personas que han tenido que aguantar guerras y hambre. Gente en mal estado de salud a la que se empastilla para que se callen.  Encerrados en casas y celdas ajenas por su propia familia para poder olvidarse de ellos. Casas ajenas donde acumulan polvo y son tratados como muebles, para que luego nos preguntemos. ¿Por qué es tan arisco? ¿Por qué no quiere cuidar a mis niños mientras me voy de copas?
Si seguimos el hilo nos encontramos con las drogas y el alcohol. Las personas que lo reniegan son calificados y calificadas como imbéciles abstemios. Y los que sufren d dependencia son abandonados por la sociedad cuando más ayuda necesitan. Luego, en el otro extremo estas personas usan su enfermedad como excusa para chantajear a las familias. Quienes en lugar de ayudarlos realmente ceden o les insultan y gritan.
Cada mañana miles de trabajadores se dirigen a romper sus riñones a palos mientras que se transforman en modernos esclavos de un mal salario. Cada mañana las jornadas laborales aumentan y el tiempo para la vida en sí misma disminuye.
Cada día miles de bombas cercan países del tercer mundo pero para no culpar a los políticos y en parte porque no nos pueden dar miedo. Son obviadas por la prensa
El problema es que todos y nadie son los otros. No son una institución en si, no son un partido político ni una religión; pero donde hay poder se infiltran. Nadie esta a salvo de ser de los que les ayudan (a partir de ahora “durmientes”). Y solo muy poca gente se puede llamar “despierta” (los que no colaboran con “los otros”). Porque están en todo, ellos saben cuando usas tu tarjeta de crédito, en qué momento y en qué lugar te hiciste tu email, leen tus correos, saben dónde vives y donde no, te acompañan en la cesta de la compra, en el trabajo, en la calle, en la declaración de la renta…
Podría enumerar una lista inacabable del resto de acciones de “los otros”, pero de todos modos creo que puedes imaginarte que también están detrás del cambio climático y el resto de “artistas” de este circo.
De todos modos espero que no te importe que me haya tomado la libertad de dar un paseo por la ciudad mientras enumeraba una pequeña lista de los actos de “los otros”. Sin darme cuenta hemos acabado en el distrito financiero de la urbe.


Mil "peldones"

Bueno ya sabréis (o imaginareis) lo disimulo que estoy.
Guitarra, clases de inglés y ONG
¡ Estoy que no paro !
Pero tranquilxs por que sigo escribiendo, mucho menos; muchísimo menos si se me permite. Se podría decir que escribo dosificando los tecleos con cuenta gotas, no tengo tiempo. Esa es la pura verdad
(¿quien diría que ya estoy de vacaciones?)
Pero no os preocupéis que tengo unas decenas de paginas de Word para vosotrxs ^^
Así que empiezo a subiros más capítulos de esa pasta sanguinolenta y asquerosa aderezada con paranoias excitantes que es Madness.
Recordar, agitar antes de usar si queréis que estalle como un refresco de cola