lunes, 25 de julio de 2011

Sobre las pesadillas de un caminante (atentado de Oslo)

Estoy, aquí sentando frente a mi ordenador, escuchando música mientras muevo mis dedos por el teclado alfanumérico.
El enunciado de este post, habla de los tristes, y odiosos (no encuentro palabras para describirlo) sucesos acaecidos en noruega; en Oslo. Y puede que os preguntéis. ¿Qué leches haces empezando por ahí? Bueno, es que no voy a informar, si quieres información en Internet puedes encontrar mejor información que la que yo puedo mezclar, de otras fuentes.
Y es que, no logró rescatar palabras, de información, solo de descripción.
Ahora mismo, estoy, como ya he dicho antes, y en mi refugio del mundo, mi mente. Pero tengo miedo.
Tengo miedo, de que pueda pasarle algo, no a mí, sino a quienes quiero, a mi familia, a mis amigos, y tengo más miedo aún por los que no conozco.
Tengo miedo, porque se acaban de tocar las débiles fibras que mantienen nuestra realidad firme y sólida. Una realidad, débil, por no ser capaz de encajar un golpe como este, una realidad bastarda por haber permitido que esto pase, y una realidad aborregada porque (esperemos que no) permitirá que olvidemos esto, como también olvidamos al Sahara y a Palestina.
Tengo miedo por el germen que se está plantando en nuestras plazas españolas. Porque cada día miles de personas se reúnen allí, porque todos los domingos hay unas asambleas en unas ciudades, a las que no asisten datos. Asisten seres humanos de todas las ideologías.
Y tengo miedo por mí mismo.
Porque es la actitud de miedo la que me hace débil.
Por que pese a estar soltando esta perorata, sobre nuestra realidad y sobre el terrorismo. Tengo miedo.
Mis orejas, captan los ritmos, de la canción de Habeas Corpus que estoy escuchando, pero no reaccionan a sus letras, no sienten ese fuego interno que sentían hace dos días.
Mis ojos, secos por la falta de lágrimas, miran absortos al teclado como si en él encontrasen un alivio que como un bálsamo, arrastre la enfermedad.
Mis mejillas se han apelmazado a mis mandíbulas. Creando un bozal para mis labios, haciendo que no pueda abrir la boca para nada, siento como si llevaran lustros sin permitir abrir las fronteras de mi cuerpo. Siento que tengo sed, pero que no la tengo, siento ganas de llorar, pero sin lágrimas. Tengo ganas de gritar, pero cuando por fin me atrevo a romper en dos el bozal auto impuesto. Noto que mis cuerdas vocales están flácidas, relajadas, y no puedo moverlas, como si las palabras huyeran despavoridas ante la ducha de agua fría que supondrá salir del refugio cálido de mi alma.
A mi cuello, le cuesta cada vez más girar hacia la derecha, que es algo que aunque nunca me ha gustado excesivamente ahora me supone un esfuerzo hercúleo. Puede que necesite aceite marca Tolerancia ®. Pero en casa no me queda, y en los supermercados está agotado por gente que lo necesita más que yo. Espero que lo del cuello sea un problema pasajero.
Mi pecho, que antes se movía rítmicamente al son de un compas, a comenzado a moverse con falta de gracia alguna. Cabe destacar la aparición de un dolor en el pecho izquierdo; justo bajo las costillas.
Es mi corazón, el cual bombea la roja sangre con cansancio y cierta dejadez. Amenazando con crear él también, su propio minuto de silencio.
Por todo esto y muchos más: Tengo miedo.
Pese a todo, podría ser peor:
Podría estar muerto

No hay comentarios:

Publicar un comentario